Memoria
Cuando mi abuelo era chico, en Lituania, hacía tanto frío que los chicos jugaban en la vereda a ver quién aguantaba más tiempo con la lengua pegada al poste de luz. El que la sacaba pronto perdía el juego; el que aguantaba demasiado, dejaba ahí la puntita. Yo tenía pocos años cuando mi viejo, en Buenos Aires, me daba arenques en vinagre y me contaba estas cosas. Entonces me imaginaba a los niños lituanos mostrando orgullosos sus medias lenguas: la vergüenza de la lengua entera. Un ejército de valerosas lenguas de trapo.
Me dio ganas de contar algo de él después de leer esto.
4 Comments:
Jajajajaj, muy buena historia.
que grosos los balticos. no te dan ganas de ir para allá?
sí, sí dan. pero es lo de siempre: uno quiere ir a todos lados. mexico está pendiente, los paises anglos, china, croacia...
más que méxico, la calle bucareli está pendiente... y un altillo, no me acuerdo quién vivía ahí, pero ese altillo (piel divina? xochitl?) es uno de mis más preciados territorios de la ficción...
ale, la paz
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