domenica, gennaio 07, 2007

Memoria

Cuando mi abuelo era chico, en Lituania, hacía tanto frío que los chicos jugaban en la vereda a ver quién aguantaba más tiempo con la lengua pegada al poste de luz. El que la sacaba pronto perdía el juego; el que aguantaba demasiado, dejaba ahí la puntita. Yo tenía pocos años cuando mi viejo, en Buenos Aires, me daba arenques en vinagre y me contaba estas cosas. Entonces me imaginaba a los niños lituanos mostrando orgullosos sus medias lenguas: la vergüenza de la lengua entera. Un ejército de valerosas lenguas de trapo.
Me dio ganas de contar algo de él después de leer esto.