Esto me pasó hace unos días: Iba caminando por Gran Vía, especie de Calle Corrientes de Madrid, cuando escucho una voz que cálidamente, sin sorpresa, dice a mis espaldas martín glikson campos. Nadie me llama así. Al girar, me encuentro con un sonriente Evo Morales que abre los brazos hacia mí. Nos dimos un abrazo de viejos amigos, y me dijo al oído feliz día de la independencia.
Durante las primeras horas de vigilia no recordaba nada de mi sueño. Sin embargo, tenía una peculiar sensación de bienestar, y un rastro de impresión lejana (qué buena onda evo morales, o qué majo el evo), para nada identificada: a lo sumo, intuida. Horas después, ya en el trabajo, empiezo a recordar. No me hizo falta preguntar la fecha para saber que era 9 de julio.
La patria obra en formas misteriosas.